Los participantes no tuvieron una invitación convencional a la boda sino que recibieron una pulsera acreditativa para acceder al recinto escogido, perdido al medio de un bosque de las Guilleries. En aquel paraje espectacular el Market Foodtruck Nòmada hizo parada. El primer de los conciertos programadas empezó a la hora del vermuteo.

A la entrada al recinto el equipo de actores y servicio Nòmada se aseguraba que la tasa de alcohol de los invitados fuese de 0,0 para así poder ver su evolución a lo largo de más de 12 horas de locura desenfrenada. La guitarra de Miquel del Roig fue la encargada de aumentar la temperatura desde el primer minuto, llegar y perder la compostura. Querían que su festival estuviese lleno de color, como si estuviésemos hablando de un auténtico arco iris, lo tuvieron.

Entre el repertorio foodtruck del market, también se habilitó una zona gastronómica pensada para la confortabilidad de la gente mayor, que a pesar de su posición preferente en la disposición logística del espacio, también perdieron la compostura. Mil ideas y mil momentos iban apareciendo desde la cabina locutada (Reggie) común en los pitotes Nòmades, mediante un programa de radio personalizado donde narramos y conducimos todos los shows, así los participantes no paran de interactuar entre ellos con la música, los juegos, y los divertimientos.

Las foodtrucks no paraban de suministrar comida con un amplio repertorio de platos para todos los gustos, desde deliciosos mordiscos de diferentes tipos (sushi, pinchos mediterráneos, carnes ahumadas, BBQ y propuestas de alta gastronomía del restaurante +Gresca de Barcelona) hasta a selectos bocaditos dulces. Al mismo tiempo la barra servia cocktails y combinados, a pesar que en esta ocasión brillaba con luz propia el espacio recreado de la “Taverna” dedicado exclusivamente a la cerveza, con propuestas artesanas de distintos tipos.

En resumen, menudo Festival.

Video y fotografía Kike&Jud